Casi tres cuartas partes de las armas que se subastaron el pasado 27 de mayo en Tarragona terminarán en unos altos hornos de Barcelona para reaprovechar el metal. Son armas (cortas y largas) que ni los titulares han querido recuperar y nadie ha pujado por ellas. Según datos oficiales, de las 696 armas que se subastaron, 508 se convertirán en chatarra y las 188 restantes o bien las han recuperado sus titulares antes de la puja (76) o bien se han adjudicado (112) a otro comprador.
La tendencia de los últimos años –a partir de 2008– es un descenso gradual de adquisición de armas. Sumando cortas (revólver y pistola) y largas (escopeta, rifle y carabina) se han adjudicado dos más que el pasado año, pero 48 menos que hace cinco. La razón del descenso se debe a varios factores: menos aficionados a la caza o al tiro al plato y las dificultades económicas para mantener arma, licencia y afición.
En la puja, la más barata se adjudicó por 20 euros y la más cara por 2.410 euros, una escopeta del tiro al plato, según fuentes de la Guardia Civil.
La subasta de este 2013 ha sido la que más armas ha ofrecido desde 2008– casi el triple– y las razones de este aumento de oferta se debe a la crisis y a la pérdida de la afición a la caza o al tiro al plato (ya sea por defunción o por la avanzada edad del titular y que la tradición no continua entre las generaciones jóvenes).